La próxima vez que aparezca por aquí habrá concluido la Semana Santa. Hoy todavía no sabemos lo que nos deparará. Aunque prefiero echar la vista al frente, con el rabillo del ojo miro de soslayo a la Semana Santa de 2007, una semana de cónclaves y suspensiones, de oraciones y lágrimas, de agua y frustración. No quiero nombrar la bicha de la meteorología. Dos años llevan muchas cofradías ubetenses sin salir a la calle pero contra eso no podemos hacer nada, simplemente esperar y verlas venir aunque mejor que no vengan o, si acaso, que lo dejen para abril, cuando las aguas mil.
Este año los nubarrones nos llegan desde el residencial del Comendador, como si viniesen de Jódar, pero no: están aquí, en la misma Úbeda. Traen un color azul oscuro que no me gusta nada, una gorra con visera y un estruendo tormentoso, con fuerte aparato. Llevan ya meses haciendo ruido, un ruido que a muchos nos suena lejano pero que, como el de cualquier tormenta, se acerca poco a poco para descargar sobre nosotros.
Los cofrades sufriendo por la meteorología y yo pendiente del conflicto de la policía local. ¿Me habré vuelto loco? Tal vez me anticipe pero me gustan muy poco las expectativas. Si han sido capaces de desplazarse hasta Jaén para intentar reventar un mitin de Zapatero, ¿por qué no cargarse las procesiones? ¿A ellos qué más les da? Van a su rollo y a su cuadrante que no coincide con el del ayuntamiento. Ya se cargaron la cabalgata de Reyes Magos. Un par de días duraron las críticas y luego todo se olvidó. En Úbeda somos así: ladradores pero poco mordedores.
Una de dos: o son muy listos o están muy bien asesorados en casi todos sus movimientos y para sorpresa de muchos no existen entre ellos los típicos esquiroles. Es posible que ya hayan pensado en el caos que puede suponer para Úbeda el dejar de prestar servicio en Semana Santa y la presión añadida que sufriría el equipo de don Marcelino Sánchez. Amenazar con cargarse las procesiones de Semana Santa serían palabras mayores.
Por el momento el ayuntamiento no tiene prisa por arreglar el tema, aunque puede que no quiera hacerlo a cualquier precio. Está en su derecho y me parece acertado pero, como la cosa no se solucione, vamos a tener una Semana Santa movidita.
Aquí me tienen, a menos de un mes para la Semana de Pasión, divagando sobre estas cosas, mientras un buen número de ubetenses mira al cielo. Tampoco me sorprende. Se pasan así la mayor parte del año: “los güillos” para que llueva, los cofrades para que no lo haga y el resto continua mirando al cielo para que se la claven con los veinticinco años de cierre de Santa María, por decir algo.
Yo sigo aquí, en lo mío, preocupado por lo que harán los municipales en Semana Santa, porque “el cielo puede esperar”.
El pasado mes de enero Zapatero presentaba, a bombo y platillo, su “Plan Español de Estímulo de la Economía y el Empleo” al que, para abreviar, el Gobierno ha denominado “Plan E”. Con él se dotaba a los ayuntamientos de unas partidas económicas de carácter extraordinario, en razón a su número de habitantes, para realizar obras en los pueblos y ciudades de España, a la vez que se pretendía aprovechar estos fondos para crear empleo. Yo al “Plan E” siempre le concedí el beneficio de la duda ya que, si bien es cierto que gracias a él van a acometerse muchas obras que seguramente de otra manera no se harían, no es menos cierto que el empleo a crear será escaso y durará muy poco en el tiempo, lo cual no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana. Hoy en día, con la mayoría de esas obras en marcha y vistas las empresas a las que dichas obras han sido adjudicadas, estoy convencido de que el famoso plan no es más que otro conejo que el ilusionista ZP se saca de su concurrida chistera como me
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