Hace tiempo que me vi sorprendido por
la inclusión en un grupo de Whatsapp. Un antiguo compañero lo había creado para
convocarme a una quedada (con q que ya somos mayores para otro tipo de grafía).
Trataba de juntar a todos los compañeros y compañeras de mi promoción de
Magisterio en la especialidad de Francés. Paco, con minuciosidad y paciencia
infinitas, fue localizando a todos y cada uno de los integrantes de aquella
promoción, ayudado por la cierta facilidad que hoy proporciona Internet y sus redes
sociales. Ya se sabe que el que no está en Internet no existe, como me gusta
decir a mis alumnos.
Al principio tomé la iniciativa con
cierto escepticismo. He de reconocerlo. No sabía si Paco sería capaz de
ponernos en órbita y en todo caso no tenía muy claro que me apeteciese echar
una mirada tan atrás. Conforme los mensajes se fueron sucediendo en el grupo,
fui sintiendo una enorme curiosidad por volver a ver a quienes habían sido
compañeros y compañeras de años de estudio y juventud. Casi todos estaban
animados y quiero pensar que los que decidieron no acudir lo hicieron con los
argumentos de peso que casi desde el principio nos trasladaron y que jamás me
sonaron a excusa. Un día decidí que acudiría a la cita y hoy nos hemos visto en
Úbeda.
No hemos podido visitar las viejas
aulas en las que nos formamos, porque los curas tienen establecido un día al
año para ese tipo de cuestiones, sin pensar en que para juntar a toda una
promoción ya es problemático el acordar una fecha. Mucho más complejo hubiese sido
acoplarla a la de la apertura al público (porque ahora ya somos público) del
colegio.
En fin… que acordamos una fecha que a
casi todos nos venía bien y hemos quedado en una cafetería de la Avenida de
Cristo Rey.
Nos hemos mirado, nos hemos escrutado
y hemos tanteado el ambiente. No hemos necesitado mucho tiempo para acabar con
los formalismos y disipar la tensión.
Es una evidencia que todos estábamos
más viejos por fuera, pero que por dentro conservábamos intacta la ilusión y la
fuerza de aquellos años de estudio.
Pronto hemos empezado a contarnos
nuestras vidas, nuestros fracasos, nuestras tristezas pero sobre todo nuestras
alegrías y nuestros logros, los logros de nuestros hijos, los de nuestras
familias y hemos comenzado a confirmar que en general hemos sido felices (sin
entrar en muchos detalles). Unos se han dedicado a la docencia otros no, pero
no he visto a nadie frustrado por hacer una cosa distinta de aquello para lo que
estudió.
Hemos reído, hemos charlado, hemos
comido, hemos bebido y nos hemos sincerado. Muchos, salvados los prejuicios por
la edad, nos hemos contado cosas que en otros tiempos hubiésemos sido incapaces
de decirnos.
Nos hemos mostrado afecto, nos hemos
alegrado por la vida de los demás y hemos recordado viejos tiempos sin
amargura, sin tristeza y sin acritud, porque estamos convencidos de que la vida
nos guarda nuevas y emocionantes etapas todavía.
No ha sido un encuentro cutre, ni
nostálgico (como tantos y tantos que hay). Ha sido la cita alegre de unos
“jóvenes” que han querido rememorar algo que en realidad les sucedió “hace
cuatro días”.
Nos han acompañado Virginia y Antonio,
nuestra profesora de Lengua y el profesor de Francés. Siguen siendo un
matrimonio encantador. Ella continúa despidiendo vitalidad y optimismo y él es
aquel hombre bueno, tranquilo y mesurado que todos conocimos. Estamos
agradecidos por la presencia de ambos.
Lo hemos pasado muy bien y nos hemos
tratado con familiaridad, con una familiaridad que nos dice que el tiempo no ha
pasado porque, como decía antes, todo nos sucedió “hace cuatro días” porque 37
años sin vernos no son nada.
Comentarios