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A UNA PEQUEÑA COFRADE

CARTA A UNA PEQUEÑA COFRADE.

Querida Ana Esperanza:

Ya está aquí de nuevo la Semana Santa y, como cada año, ese es tema importante de conversación en casa y, muy especialmente, entre tú y yo. A veces me siento perdido ante tus preguntas, tus afirmaciones, tus dudas, tu forma de ser (en exceso analítica) y tus contundentes razonamientos, de niña de seis años, que no comprende nada que no tenga un sentido práctico y que se separe de la aplastante lógica que a esa edad se te debe suponer.

La verdad es que no todo lo que hacemos los mayores tiene lógica. Somos enormemente contradictorios. Tampoco, aunque engañen las apariencias, buscamos el pragmatismo en cada una de nuestras acciones, a pesar de que yo, en este caso, te escriba esta carta pensando en que es la manera más eficaz de aclarar tus dudas evitando que me bombardees con una nueva pregunta antes de que me haya dado tiempo a contestar la anterior. También es una forma de que no me veas vacilar, al haber tenido tiempo de pensar con detenimiento estas reflexiones que te hago. Los niños sois un poco puñeteros en ese sentido y, si nuestra respuesta no es precisa y (sobre todo) convincente, vuestro recelo hacía aquello que os intentamos contar se vuelve enorme.

Mira: perteneces a una cofradía antes de ser “oficialmente” miembro de la Iglesia (ya te decía que no todo lo que hacemos los mayores tiene lógica).Te apunté antes de que fueses bautizada. Eso es “tradicional” en muchas ciudades. Además hay que pertenecer a la Iglesia, mediante el bautismo, porque es una institución divina cuya cabeza visible es Cristo y sobre eso no hay nada que discutir, pero también hay que apuntarse a la Cofradía precisamente porque vivimos, por el momento, aquí abajo y la Cofradía es una institución humana cuya cabeza visible (esa es más visible) es un Hermano Mayor al que tú y yo conocemos. Necesitamos tener aquí algo a lo que aferrarnos, algo que poder ver y tocar, como preparación para lo que vendrá después.

Pensé que era abusar de ti el vestirte con tu túnica con sólo unos meses y, muy a pesar mío, te dí de plazo, para sacarte en la procesión, hasta la edad de dos años, fecha en la que ya andarías con cierta soltura. Así lo hice y tu abuela Luisa te recogió a mitad del recorrido porque, para empezar, ya era suficiente. Aquel Jueves Santo fue el más feliz de mi vida (eso no se lo he contado a nadie) porque pertenecías a la cuarta generación de cofrades de la familia. Tu bisabuelo, tu abuelo y tu madre habían repetido, en la mañana de cada Jueves Santo, el ritual de prepararse para acompañar a Cristo orante y a Nuestra Señora de la Esperanza en su procesión. Eso, en una Cofradía que tiene poco más de cincuenta años...

Ya habíamos cumplido con la tradición y yo había “matado el gusanillo”..., entonces imperó la lógica. Tú madre y yo decidimos sacarte en la procesión cada año hasta que tú pudieses decidir por ti misma y, llegado ese punto, respetaríamos esa decisión fuese la que fuese. El año pasado nos dijiste que no hacía falta arreglar tu túnica. Habías decidido no acompañarnos y, con todo dolor de mi corazón, vi tu mirada escrutadora bajo la sombra de un árbol al paso de nuestra Cofradía por las calles de la ciudad. Este año has vuelto a sentir el gusanillo y, sin querer pedirlo abiertamente (todavía piensas que rectificar es humillante), le has dicho a tu madre que hable con la abuela para que dé unos retoques a la antigua túnica de tu Tata... pero ya sabía yo que eso no iba a salirme gratis. No, no podía salirme gratis porque a ti no te basta con hacerlo porque así lo hacemos tu padre, tu madre y tu abuelo cada Jueves Santo. Esa no es razón suficiente para ti. A tu manera, me has pedido explicaciones sobre el sentido que tiene el vestir la túnica acompañando a nuestras imágenes, me has acosado con afirmaciones y preguntas para algunas de las cuales no tengo respuesta pero, sobre todo, me has demostrado que estás suficientemente preparada como para que yo te dé esas explicaciones que ahora me pides.

Desde luego estás en lo cierto. Pertenecer a una cofradía y salir en procesión son cosas que no pueden hacerse por tradición. Sin una sólida formación religiosa no tiene ningún sentido hacerlo. Los que pagan una cuota por tradición no son auténticos cofrades. Aquellos que visten una túnica en Semana Santa y luego... “si te he visto, no me acuerdo”, no saben lo que es una cofradía. Nunca mejor dicho, ser cofrade es una religión, es una filosofía de vida. Primero se es cofrade y luego se es electricista, agricultor, médico, albañil o maestro. Se es cofrade durante todo el año ayudando a quien lo necesita, compartiendo el dolor y la alegría, olvidando la ambición, la mentira, la hipocresía, la envidia y la maldad. Se es cofrade prometiendo a Dios que uno va a comportarse en su vida como lo hizo el mismísimo Jesús de Nazaret, aunque luego no sirvamos ni para atarle la correa de la sandalia. Uno es cofrade cuando acude a cada una de las llamadas de su hermandad, confraternizando con los hermanos, llorando cuando uno de ellos nos deja o bailando en nuestra caseta de feria.

Uno más de los momentos en la vida de un cofrade es el de la procesión. En una evolución de los autos que, en Semana Santa, se celebraban hace siglos en los atrios de las iglesias, sacamos a nuestras imágenes titulares a la calle en procesión para mostrar a otros aquello en lo que creemos, dando público testimonio de nuestra fe y las acompañamos para agradecerles favores recibidos y, en más ocasiones de la cuenta, para pedirles nuevos favores.

Claro que sí... que son sólo tallas de madera, que esos no son Jesús y María y que hay demasiadas imágenes, a pesar de que existan un solo Jesús y una sola Virgen. Eso me lo has repetido infinidad de veces, pero fíjate: yo tengo una gran cantidad de fotografías tuyas. Te he fotografiado con un año, con dos, con tres..., con ese pantalón que tanto te gusta y con esa rebeca de lana que te desagrada porque pica. Dado el tiempo que las separa, entre unas fotografías y otras casi no existe parecido pero todas representan a esa Ana a la que quiero con toda mi alma. Muchas de ellas van en mi cartera y, sin embargo, sólo son un trozo de papel. Cuando estoy lejos de ti, las miro y eso me alivia. Los humanos somos así, necesitamos de algo tangible para aferrarnos a aquello que queremos. Pasa igual con las imágenes de nuestras cofradías. A Jesús no podemos verlo y nos lo fabricamos bajo advocaciones que representan distintos momentos de la pasión. Tal vez no se pareciese físicamente a ninguno de los que tenemos en nuestro pueblo, pero esas imágenes nos sirven como punto de referencia para no sentirnos huérfanos.

Es verdad que el Jueves Santo hace mucho calor y no hay quien aguante la túnica de paño, que el capirucho es muy molesto y que da dolor de cabeza, que uno se cansa de tanto andar y parar y sobre todo, (teniendo en cuenta lo metódica que tú eres), es fastidioso el comer tan tarde ese día. ¿Crees que sería mejor ver pasar a tu Cofradía sentada en la terraza de un bar mientras te tomas un batido de chocolate?. Yo prefiero coger la Cruz de Guía (este año te enseñaré lo que pesa) y acompañar a Nuestra Señora de la Esperanza y a Nuestro Señor de la Oración en el Huerto haciendo un pequeño sacrificio y pagándoles un mínimo tributo en comparación con lo que he recibido de Ellos.

Muchas más cosas no se me ocurren. Tampoco he intentado convencerte. Sólo quería explicarte parte de mis sentimientos hacia nuestra Cofradía. Espero haber aclarado tus ideas y desearía que hubieses comprendido la profundidad de mis sentimientos. No obstante si he utilizado algún término que no esté a tu alcance, te lo aclararé con gusto cuando estas líneas lleguen a tus manos. He querido publicarlas porque estoy seguro de que existen muchos pequeños cofrades (también alguno grande) al que le asaltan las mismas dudas que a ti.

Detrás de ti viene tu hermano Jesús. Con tan sólo dos años, esta Semana Santa tendrá su “bautismo de fuego”. Ese no me preocupa. Se vuelve loco con sólo escuchar el sonido de un tambor o una trompeta. Así empecé yo, tocando una corneta en las frías noches del invierno de mi pueblo, y mira ya por donde voy...

Termino recordándote que con nuestras procesiones celebramos la pasión de Jesús, con su tristeza y su sufrimiento. Eso sería de sádicos si no fuese porque la culminación de esa pasión está en la indefinida resurrección del tercer día. Algún día también nos llegará a nosotros. Mientras tanto, yo seguiré acompañando a Jesús y a María por las calles de la ciudad. Si, al final, te decides a venir conmigo no lo hagas exclusivamente por tradición.

Un beso.


Eugenio Santa Bárbara
Cofrade de Ntro. Señor de la Oración en el Huerto
Y Ntra. Señora de la Esperanza - Úbeda (Jaén)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola Eugenio,

bonita carta sin duda. Yo tambien tengo un hijo pequeño de cuatro años al que veo identificado con tu hija, con la diferencia de que decidí esperar a que él quiera ser cofrade, cosa que parece ya un hecho.

Enhorabuena.

Desde Jaén, Pedro A. Cruz

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