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COFRADES...


Resulta curioso comprobar cómo los asuntos relacionados con la Semana Santa no se anquilosan. A pesar de ser una tradición de centenaria ranciedumbre va acompasándose a los tiempos. Los cofrades descubrimos nuevos caminos, nuevas metas y renovados matices en algo que, visto desde fuera, pudiese parecer rutinario. Ocurre en todos los aspectos. También en los aparentemente más superficiales. Viene esto a cuento de que, limpiando mi disco duro, descubrí hace unos días una clasificación cofrade que escribí cuando no tenía nada mejor que hacer. Después de leerla, y cuando la había creído cerrada, me di cuenta de que estaba obsoleta o, mejor dicho, me di cuenta de que los tipos persistían pero había sido capaz de descubrir otros nuevos al paso, tan sólo, de un par de años o tres.

En los días en los que escribo para el Anuario 2003, una serie de contrariedades personales me impiden el sumergirme en temas transcendentales. Para eso hay que estar centrado y concentrado y no tengo gana ni de lo uno ni de lo otro. Así que se me ha ocurrido que podía ser bueno el rehacer esta tipología del cofrade, que necesita de una actualización...

Alguna vez me he preguntado por qué a las asambleas de las cofradías acude menos del 10% de los hermanos. A no ser que se vayan a tratar asuntos de extrema transcendencia, son escasos los cofrades que anualmente asisten a esa convocatoria. Buscando las razones de ese generalizado absentismo, he llegado a la conclusión de que la gente pertenece a las cofradías por motivos bien distintos. Cada cual busca en su hermandad cosas diferentes y se relaciona con la cofradía de forma diversa lo que origina distintos tipos de cofrade. Pensando en ello, y a partir de mi experiencia cofradiera, he logrado encontrar algunos tipos distintos entre si.

A pesar de que mucho se ha escrito de la Semana Santa y de los ríos de tinta que quedan por derramarse, creo que no se han tratado en profundidad las motivaciones que pueden acercar a los cofrades a sus hermandades. Esta segunda revisión me hace tener la certeza de que me dejo muchas cosas en el tintero. Naturalmente habrá quienes no estén de acuerdo conmigo. Es comprensible. Jamás pretendo sentar cátedra sino dar una visión particular y subjetiva. Podrían existir, incluso, otras clasificaciones según cuál fuese la faceta a evaluar. En mi caso esta clasificación viene dada por las relaciones que el cofrade mantiene con su hermandad (¿cómo la ve?, ¿qué espera de ella?, ¿qué está dispuesto a darle?...). Según esos parámetros, la tipología del cofrade podría ser la siguiente:

APÁTICO O INDIFERENTE. Jamás he llegado a conocer las poderosas razones que tiene un cofrade para que su única relación con su hermandad sea la de pagar la cuota anual. Este es el caso del cofrade APÁTICO. Paga “religiosamente" el recibo de la cofradía a la que pertenece pero no acude a ninguno de los actos que se convocan. Ni siquiera participa en la procesión. Dentro de este grupo estaría el subgrupo de los que pertenecen a varias cofradías (el cofrade MÚLTIPLE que luego veremos). Es normal que los miembros de este subgrupo no puedan "cumplir" satisfactoriamente con todas sus hermandades, pero al menos lo hacen con una. No obstante el APÁTICO puro es el que, perteneciendo a una sola cofradía, la ignora en todos sus aspectos. Recuerdo ahora el caso de una persona que lleva en mi cofradía más de cincuenta años. Hace poco tiempo, me enteré de su pertenencia a la misma. Es el clásico INDIFERENTE. Fue convocado por la junta directiva para entregarle un premio por su constancia (más bien por los años de permanencia en el libro de inscripciones, digo yo) y, a pesar de excelente salud, no se presentó a recogerlo.

PUNTUAL. Como el calificativo puede dar lugar a equívocos, explicaré que el cofrade PUNTUAL es aquel que sólo tiene un par de citas "muy puntuales" con su cofradía al año. Normalmente esas dos citas son la Fiesta Principal de la hermandad y la procesión. Fuera de eso, que no lo busquen para nada. Ni siquiera para participar en la Procesión General (esa no es la suya). El resto del año está “missing”.

LAUREADO. Este tipo de cofrade suele encontrarse dentro de las juntas directivas. Alguno hay ya fuera de ellas. Trabaja poco o nada por la hermandad pero a la hora de ponerse el traje, representar y, si se tercia, colgarse las medallas... es el primero. Donde haya un báculo allí está él. Le gustan todas las procesiones, mejor si son sin capuz, y en los actos oficiales suele sentarse en los asientos reservados, aunque la reserva no sea para él. Tiene mucho de exhibicionista y una extrema facilidad a la hora de estirar el cuello para que lo vean. Para las hermandades de nuestra ciudad, son parásitos que nada aportan y que disfrutan saboreando el prestigio social que no han alcanzado en su faceta profesional y/o privada, pero que les brinda el hecho de ser miembro de una junta directiva. No suelen darse cuenta de que en Úbeda nos conocemos todos. A este tipo se le conoce también por FANTASMA.

IMPENITENTE. Rara avis. Normalmente pertenece a una sola cofradía de Semana Santa a la que es fiel hasta en los menores detalles y hasta la muerte. Por lo general tiene entre los 25 y los 45 años (ya que más tarde pasa a ser ETERNO y luego JUBILADO). Apunta a sus hijos a la cofradía antes de bautizarlos, colabora en todo lo que la hermandad le pide y en lo que no le pide. Asiste a todas las actividades organizadas por su cofradía y normalmente "se apunta" a todo cuanto huela a Semana Santa. Sale hasta en la Procesión General y pide expresamente que lo entierren con su túnica. Amante de todas y cada una de las cofradías de Úbeda, vive la Semana Santa con enorme intensidad. Suele ver la salida de cada hermandad, aunque en ello le vaya la vida, y asiste al paso de la procesión todas las veces que puede, "atajando" por los callejones. Su esposa, que no es capaz de seguir su ritmo, ya lo ha dado por imposible.

DEVOTO. Es el cofrade en estado puro. Además de reunir todas las características del cofrade IMPENITENTE, vive la Semana Santa desde la profundidad de la fe. Conoce a la perfección el sentido que tiene el salir en procesión y asiste a las celebraciones litúrgicas propias del momento.

ETERNO. Desde siempre se le identifica con su cofradía. La muerte o insalvables problemas de salud lo retiran de su actividad cofrade. Suelen ser esas personas a las que, más que por su profesión o por su nombre, identificamos por la cofradía a la que pertenecen. Están presentes en las fotografías en blanco y negro y en las de color y han ocupado diversos puestos en la junta directiva a lo largo de varias décadas. Hoy ostentan un cargo honorífico y/o siguen al pie del cañón para lo que se les necesite. Por su veteranía, han recibido algún reconocimiento público y dejarán la actividad cofrade el día en que Dios los retire de ella.

CURRANTE. Es todo lo contrario del cofrade LAUREADO. Por lo general, no suele buscar la notoriedad. No le interesan las medallas y desarrolla su labor en la sombra pero con una enorme eficacia. Trabaja "como un mulo" y es indispensable en cualquier directiva (es una especie en vías de extinción). Como las cofradías andan escasas de hermanos que arrimen el hombro, va pasando de una junta directiva a otra como si se tratase de una parte del patrimonio de la hermandad. Lo mismo te monta el altar para el Corpus, que te pinta los hachones o te instala, casi él solo, la caseta de feria (luego se mete tras la barra más días que nadie). Es un diamante en bruto al que hay que considerar. Por lo general, no se le pueden encargar trabajos de carácter intelectual pero "currar"... "curra" lo suyo y lo ajeno.

MARATONIANO. Su "fondo de armario cofrade" es variopinto (rasos y terciopelos de colores surtidos). Pasa casi toda la Semana Santa vestido de penitente. Sale en tres o cuatro, a veces hasta en cinco, cofradías y vive la Semana Santa como un maratón, corriendo de su casa a la iglesia y viceversa, para cambiarse de túnica. Suele levantarse el capuz, para saludar a los amigos al paso de la procesión, y que estos lo vean. Llega extenuado al Sábado Santo.

MÚLTIPLE. Pertenece a varias cofradías, por regla general a más de dos. En contraposición al MARATONIANO, no "cumple" con todas y tiene "su favorita". Sería lo que en Sevilla se conoce con el nombre de "capillita". Suele acudir a los actos que todas sus cofradías convocan, aunque normalmente no sale en procesión más que con una de ellas.

EMIGRANTE. Es aquel que, por motivos laborales, reside fuera de Úbeda. Según la cantidad de kilómetros que lo separan de nuestra ciudad, acude a Úbeda todas las veces que puede al año pero indefectiblemente lo hace , como mínimo, en Semana Santa. Vuelve a su pueblo, según los casos, el viernes previo al Domingo de Ramos, el sábado o el Miércoles Santo y le falta tiempo para soltar las maletas en casa del familiar de turno y echarse a la calle para sumergirse en cada uno de los actos, situaciones e improvisadas tertulias que tengan relación con nuestra Semana de Pasión. Viste su túnica penitencial el día de la procesión y se empapa de los olores y sabores (también de los colores) que Úbeda le ofrece en esa crucial semana. Regresa a su lugar de trabajo con la sensación agridulce de que todo ha durado demasiado poco y con una bolsa de hornazos que, por unos días más, prolongarán parte de las sensaciones vividas.

JUBILADO. La edad o algún tipo de contrariedad física le impiden salir en su procesión realizando un largo recorrido con el rostro cubierto (a veces se les ve, renqueantes, de paisano junto a la bandera de la hermandad o tras uno de sus tronos). Acude a los actos para los que su salud no es un inconveniente. Generalmente son muy bien considerados dentro de su cofradía ya que son todo un ejemplo de constancia cofradiera. Los he visto emocionarse al paso de su hermandad por las calles de Úbeda y merecen nuestro máximo respeto por habernos legado casi intacta una de nuestras más ancestrales tradiciones. Se diferencian del cofrade ETERNO en que ya no son miembros activos.

COSTALERO. Con el aumento de los pasos llevados a hombros, prolifera por nuestra ciudad este tipo de cofrade que es mitad “profesional del tema” y mitad devoto (existe también la variante exclusivamente “profesional”). Miran un poco por encima del hombro a los “achucha-tronos”, hablarles de las ruedas es, para ellos, como nombrar la soga en casa del ahorcado y, aunque el hombro se inventó antes que la rueda, nada tienen que ver con los costaleros que todos hemos visto en las fotos, en color sepia, de las procesiones ubetenses de primeros del siglo XX. Por aquello de la globalización, los costaleros ubetenses de hoy han importado términos de la “jerga tronil” de la baja Andalucía y te hablan de “costero”, de “chicotá”, de “levantá” y, por supuesto de “a ésta es...”. Confieso que, charlando con ellos, me he llegado a sentir descolocado, algo así como cuando uno habla con un “guiri” o un “cheli”, aunque he conseguido ponerme al día, de un tiempo a esta parte.

CIBERNETICO o CIBERCOFRADE. Con el acceso de una parte importante de la población a las nuevas tecnologías de la información y más concretamente a Internet, abundan por la Red las webs, las listas de correo electrónico, los “chats” o las “news” cofrades. Durante todo el año, la actividad cofrade es incesante y esos medios electrónicos no son ajenos a la misma. El cibercofrade visita las webs “semanasanteras” (de bandas, hermandades, marchas, bordados, orfebrería o lo que se tercie), se suscribe al canal #cofradías para charlar en directo y, por descontado es miembro de una lista de correo-e desde la que, a diario, recibe información, opiniones, fotos, contesta a ciertos “emilios” y envía sus aportaciones. Nuestra ciudad está muy bien representada en estos foros con varios de sus “cofrades de pro”.

PATOLOGICO. Lo he dejado para el final de este catálogo porque reúne muchas de las características de los tipos anteriormente mencionados. Para él todo el año es Semana Santa. Necesita sentirla a diario y, allí donde va, (bien de manera instintiva, bien intencionadamente), saca el tema para “pegarse una pequeña sobredosis”, que le vaya ayudando a superar su mono, mientras llega la semana pasional. Sólo en ocasiones, es consciente de que necesita una cura de desintoxicación aunque, en la mayor parte de los casos, los efectos del síndrome de abstinencia le hacen sentir alucinaciones en las que considera a los demás como “raritos”. Muchas veces, se encuentra fuera de juego: los he visto, en pleno cotillón de fin de año, intentando averiguarte los estrenos de tu cofradía o celebrando el exorno floral de Nuestra Señora de la Esperanza. Si escuchan una corneta se vuelven locos y no pueden ni probar el olor a incienso.

Lógicamente no es posible encontrar a cada uno de estos tipos en su estado puro. Los matices se entremezclan y así se puede ser a la vez CIBERNETICO y PATOLOGICO, IMPENITENTE y ETERNO, CURRANTE Y DEVOTO e incluso todas esas cosas juntas. Pueden existir múltiples combinaciones. También es cierto que existen incompatibilidades entre ciertos tipos: no se puede ser, por ejemplo, APÁTICO e IMPENITENTE a la vez.

Hasta aquí esta especie de divertimento sin más pretensiones. Prometo que si, con el paso de los años, vuelvo a encontrar nuevos tipos incorporados a nuestras cofradías, no tendré reparo alguno en enmendar esta tipología del cofrade.

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