Ir al contenido principal

DICHOSOS LOS PERSEGUIDOS


En los últimos meses se vienen sucediendo en nuestra ciudad unos hechos, en contra de las cofradías de Semana Santa, que han cogido en fuera de juego a muchos ingenuos cofrades desconocedores de la ola de laicismo que invade nuestro país. Ese laicismo, espoleado desde las altas instancias del poder, pretende recluir a los cristianos en sus templos, sacarlos de la calle y limitar su actividad religiosa al entorno de las iglesias y de los salones parroquiales. Sus correligionarios proclaman el ejercicio de la religiosidad en el plano privado e íntimo y comienzan a censurar, sacando pecho y, repito, amparados y apoyados por muchas de las administraciones, cualquier acto público que los católicos queramos organizar en nombre de nuestras más ancestrales tradiciones. Incluso, porque queda progre, se da cancha a otras religiones “importadas”, aunque las líneas básicas de su credo estén trasnochadas y ataquen directamente a la línea de flotación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No creo pues que se trate de un intento de anular el hecho religioso sino, más bien, de perseguir a la que fuera religión oficial del país por las connotaciones negativas que ésta pudo tener en un pasado relativamente reciente.

No se trata de volver a la íntima comunión Iglesia-Estado. La Constitución de 1978 deja bien claro que esos tiempos ya pasaron y no creo que, en todo caso, cualquier tiempo pasado fuese mejor. El asociar, como se hace aún, a la religión católica con la dictadura franquista lo único que ha hecho ha sido perjudicarnos. Las cosas, hoy, están bien como oficialmente deberían ser: que cada cual crea en lo que quiera, sin vínculos con el Estado de Derecho, y que seamos respetuosos y tolerantes los unos para con los otros.

El problema llega cuando ese laicismo se vuelve beligerante y agresivo y, en lugar de emplear la máxima de “vive y deja vivir”, pretende arrasar con todo, absolutamente todo, lo anteriormente establecido.

Por primera vez en la historia de las bandas cofrades, este año, éstas han conocido la persecución, a modo de denuncias generalizadas, por parte de quienes quieren silenciar los sonidos que anuncian la muerte y resurrección de Jesús. Jamás han existido problemas entre bandas y el resto de ciudadanos. Ensayar, de lunes a viernes, una hora, entre las 21 y las 22, nunca supuso quebranto alguno para los ubetenses. Bien es cierto que cada vez son más quienes pretenden imponernos sus modos y sus puntos de vista en los que no caben los sonidos centenarios de nuestros tambores.

Ensayos suspendidos por la policía local y agresiones verbales a miembros de bandas han ido salpicando las noches del invierno ubetense y han creado un mal ambiente entre algunos ciudadanos y bastantes cofrades.

No voy a entrar en otros tipos de contaminación acústica que nuestra policía local no persigue con el mismo celo, pero sí quisiera dejar claro que la alternativa que se nos ofrece, la de ensayar en el polígono industrial, no deja de ser un caramelo envenenado. Se trata de un lugar escasamente iluminado que, con más frecuencia de la deseada, se convierte en pista de competición para vehículos pilotados por conductores suicidas, en ocasiones, dominados por el alcohol. He podido ver cómo un grupo de motocicletas realizaba sus piruetas junto a una banda que ensayaba en ese lugar.

Pero no existe ese problema sólo con la contaminación acústica originada por las bandas. También se ha increpado a costaleros que, bajo una parihuela, ensayaban la forma de llevar un trono. Es más, cada vez son más generalizadas las quejas de quienes ven con malos ojos el hecho de que las arterias principales de nuestra ciudad se corten al tráfico rodado cuando llega la Semana Santa.

No veo fantasmas. Simplemente tengo la sensación de que hay quienes están intentando arrinconarnos en un extremo del cuadrilátero hasta que quedemos K.O. Lo malo es que nosotros nos dejamos. No sabemos reaccionar. Los dirigentes cofradieros han equivocado la estrategia. En muchos de los casos se esconden y dejan a los propios miembros de la banda “que se coman el marrón”. Los que salen a los medios de comunicación confunden la diplomacia con la mansedumbre y ya se sabe: mientras más te agachas más se te ve el culo.

La Unión de Cofradías es un ente insignificante ante el obispado pero, ante las administraciones no religiosas, tiene el respaldo y la fuerza de miles de cofrades. Hay que sentarse a dialogar. Las cosas no se pueden “dejar pasar”, mirando a otro lado, como ha sucedido este año. Más temprano que tarde, revientan por algún sitio.
Para terminar un aviso a navegantes: este año, el vía crucis del Prendimiento hubo de reducir su itinerario muy a pesar de la cofradía. Lo único que nos faltaba es que “los municipales” trasladasen al ámbito de las procesiones de Semana Santa sus diferencias laborales para con la administración local (argumentaron que no tenían efectivos suficientes como para cortar, “de manera momentánea”, todas las calles). Pronto llegará la Semana Santa. Espero que no nos encontremos con más sorpresas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

DICEN QUE LA DISTANCIA ES EL OLVIDO

Cuando el Presidente Obama telefoneó a Zapatero para informarlo de que España llevaba tiempo dando la nota en los mercados financieros internacionales y para comunicarle las medidas de reducción del gasto que debía adoptar, si no quería sacar a nuestro país del euro y hundirlo en el fango de la ruina económica, yo ya me temí lo peor. Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en...

CUADRITOS AMARILLOS

Me ha dicho la madre de un alumno que su hijo no tiene que hacer deberes en casa, por la tarde, y que tampoco tiene que estudiar. Dice que los niños lo que tienen que hacer es estar en la calle y jugar con otros niños, durante toda la tarde porque ella, además, no puede estar pendiente de él para asesorarlo o simplemente para conseguir que se siente, durante una hora, delante de un cuaderno o de un libro. A pesar de lo dicho, a ella no se le conoce trabajo fuera de la casa. Como me lo ha dicho en un tono agresivo y amenazador, yo sólo le he contestado: “muy bien, usted es la experta”. A base de recibir palos, he aprendido a no contradecir a este tipo de madres porque, además de perder el tiempo, uno se expone a un insulto, a una denuncia, a un empujón o a un guantazo. Además la Consejería de Educación no deja claro si los niños deben hacer deberes en casa. Hay un cierto vacío legal, que recomienda que no se manden deberes aunque, por otro lado, la Consejería vende a bajo precio, tres...

TREINTA AÑOS DE FIDELIDAD

Han sido treinta años de relación que ahora, desafortunadamente, acaban de concluir. La fidelidad siempre presidió esa relación, aunque he de reconocer que, como humano que es uno, alguna vez sentí la tentación de pecar, de echar una cana al aire, de cambiar de pareja, de probar nuevas sensaciones, de explorar otros mundos. Más que la honestidad, fue el hecho de evitarme una sensación de mala conciencia, el que me alejó de posibles aventuras y, aunque llegué a flaquear, jamás me atreví a hacerlo con alguien diferente. También estaba el miedo al hecho de que yo siempre tuve la certeza de que me descubriría, porque esas cosas se notan demasiado y es muy complicado mantenerlas ocultas. Ya me advirtió que lo nuestro estaba tocando a su fin, que no podía alargarse más, que no se sostenía, pero yo nunca quise creer que así fuera, por lo que cuando la ruptura se ha consumado, el impacto ha sido mayor, aunque de todo sale uno. Treinta años de fidelidad también me han enseñado que atarse ...