En los últimos tiempos, tal vez por el nerviosismo de ver relativamente cercanas las próximas elecciones, nuestros políticos locales vienen saltando a los medios de comunicación con titulares alarmistas. En lugar de medir sus intervenciones e informar a los ciudadanos sobre sus propuestas, se dedican a lanzar mensajes apocalípticos para anunciarnos que el fin del mundo, políticamente hablando, está cerca. Uno de estos últimos cocos, con el que pretenden asustar a los ubetenses, ha sido el de la privatización o semiprivatización del servicio de limpieza.
Cuando la polémica saltaba en Radio Úbeda, yo me propuse no hacer ningún juicio de valor mientras no tuviese toda la información en la mano. Es lo que tengo por costumbre. En general, los españoles somos muy osados y nos gusta opinar hasta de lo que desconocemos aunque muchos prefiramos irnos a las fuentes para poder separar las informaciones partidistas e interesadas de lo que es verdaderamente la realidad. Así las cosas, hace unos días, salía yo de mi casa, en un pequeño pueblo costero de la Axarquía malagueña y observé cómo un hombre barría la puerta. Revestido con un inmaculado y fluorescente mono, en el que figuraba el logotipo de la empresa Fomento de Construcciones y Contratas, aquel barrendero se afanaba en eliminar la suciedad que una noche loca de viernes había dejado en las calles. Lo abordé para interrogarlo sobre su trabajo y amablemente me contó que estaba satisfecho con el mismo. Me dijo que la actual empresa cumplía con los trabajadores que cumplían con ella, que cobraba religiosamente a final de mes, que trabajaba con maquinaria nueva y con un excelente material. Añadió que FCC había asumido a todo el personal que trabajaba para el ayuntamiento en el momento de la privatización y que, algunos meses después, había puesto de patitas en la calle a los parásitos (“enchufados del ayuntamiento”, dijo literalmente), que hay en todas las empresas, pero que quien quería trabajar allí tenía un puesto digno y seguro. Su trabajo era supervisado por unos inspectores pero él no se sentía presionado porque cumplía con lo que tenía que hacer. Terminó contándome que el importe del recibo de basura había subido algo pero que los ciudadanos lo daban por bueno al ver la ciudad “como los chorros del oro”. Yo puedo dar fe de ello. Horas más tarde, una pareja de policías locales vino a confirmarme, punto por punto, la versión de aquel amable barrendero.
Se trataba de la misma empresa que, a partir de enero, gestionará el servicio de limpieza y jardines de Úbeda y el ayuntamiento de aquel pueblo estaba gobernado por el PSOE. Tras recoger la información me sentí aliviado en lo que me interesaba pero no entendí bien cómo una agrupación del PSOE abrazaba a Esther Koplowitz y el PSOE ubetense la repudiaba. Es cierto que el Consejo de Administración está presidido por Marcelino Oreja pero ahí quien “parte el bacalao” es Alicia Alcocer Koplowitz, una chica joven, aunque sobradamente preparada. ¡Seguro que es de fiar!
Cuando el Presidente Obama telefoneó a Zapatero para informarlo de que España llevaba tiempo dando la nota en los mercados financieros internacionales y para comunicarle las medidas de reducción del gasto que debía adoptar, si no quería sacar a nuestro país del euro y hundirlo en el fango de la ruina económica, yo ya me temí lo peor. Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en...
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