
A don Marcelino Sánchez le gusta decir que todos los logros del actual equipo de gobierno ya se los había dejado él a punto de caramelo. Eso nunca lo sabremos. De la etapa de gobierno de don Marcelino, el pueblo llano sólo recordará la faraónica obra del aparcamiento subterráneo de la Plaza de Andalucía. Esa lacra sí que se la dejó a la ciudad, me temo que por los siglos de los siglos.
Si bien es cierto que ese aparcamiento era una infraestructura que se hacía enormemente necesaria, no resultaba imprescindible “cargarse” la Plaza Vieja. Sobre el forjado que se colocó en las entrañas de la que fuera Plaza de Toledo, los ubetenses vimos, con estupor y desagrado, cómo se alzaba un páramo desértico, impersonal y sin una mala sombra. No me extenderé más. Todas las encuestas que circulan por ahí, dejan mal parado a quien diseñó la superficie.
Ahora nuestros gobernantes locales quieren “lavarle la cara”. Otra cosa no podrán hacer porque 143.000 euros no dan para mucho y el forjado de hormigón no permitirá hacer milagros. Ojalá nuestros munícipes se asesoren bien, para evitar que el resultado sea “otra cagada”, y en lugar de hablar de la Plaza de los Cipotes tengamos que volver a poner en entredicho a “los cipotes de la Plaza”.
Termino: la concejala Leiva, que tanta “testiculina” exhibe en sus comparecencias públicas, se muestra ahora timorata a la hora de hablar de la vuelta a ese enclave de la estatua del general Saro. Dice que se está estudiando la posibilidad de devolverla a ese lugar y tiene a una gran mayoría con el alma en vilo. Usted seguro que sabe, doña Luisa, que Saro era un forastero que hizo todo lo que pudo por Úbeda cuando Franco era trompeta. Échele usted un par y devuélvanos la estatua y el monumento que la sustentó.
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