A don Marcelino Sánchez le gusta decir que todos los logros del actual equipo de gobierno ya se los había dejado él a punto de caramelo. Eso nunca lo sabremos. De la etapa de gobierno de don Marcelino, el pueblo llano sólo recordará la faraónica obra del aparcamiento subterráneo de la Plaza de Andalucía. Esa lacra sí que se la dejó a la ciudad, me temo que por los siglos de los siglos.
Si bien es cierto que ese aparcamiento era una infraestructura que se hacía enormemente necesaria, no resultaba imprescindible “cargarse” la Plaza Vieja. Sobre el forjado que se colocó en las entrañas de la que fuera Plaza de Toledo, los ubetenses vimos, con estupor y desagrado, cómo se alzaba un páramo desértico, impersonal y sin una mala sombra. No me extenderé más. Todas las encuestas que circulan por ahí, dejan mal parado a quien diseñó la superficie.
Ahora nuestros gobernantes locales quieren “lavarle la cara”. Otra cosa no podrán hacer porque 143.000 euros no dan para mucho y el forjado de hormigón no permitirá hacer milagros. Ojalá nuestros munícipes se asesoren bien, para evitar que el resultado sea “otra cagada”, y en lugar de hablar de la Plaza de los Cipotes tengamos que volver a poner en entredicho a “los cipotes de la Plaza”.
Termino: la concejala Leiva, que tanta “testiculina” exhibe en sus comparecencias públicas, se muestra ahora timorata a la hora de hablar de la vuelta a ese enclave de la estatua del general Saro. Dice que se está estudiando la posibilidad de devolverla a ese lugar y tiene a una gran mayoría con el alma en vilo. Usted seguro que sabe, doña Luisa, que Saro era un forastero que hizo todo lo que pudo por Úbeda cuando Franco era trompeta. Échele usted un par y devuélvanos la estatua y el monumento que la sustentó.
El pasado mes de enero Zapatero presentaba, a bombo y platillo, su “Plan Español de Estímulo de la Economía y el Empleo” al que, para abreviar, el Gobierno ha denominado “Plan E”. Con él se dotaba a los ayuntamientos de unas partidas económicas de carácter extraordinario, en razón a su número de habitantes, para realizar obras en los pueblos y ciudades de España, a la vez que se pretendía aprovechar estos fondos para crear empleo. Yo al “Plan E” siempre le concedí el beneficio de la duda ya que, si bien es cierto que gracias a él van a acometerse muchas obras que seguramente de otra manera no se harían, no es menos cierto que el empleo a crear será escaso y durará muy poco en el tiempo, lo cual no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana. Hoy en día, con la mayoría de esas obras en marcha y vistas las empresas a las que dichas obras han sido adjudicadas, estoy convencido de que el famoso plan no es más que otro conejo que el ilusionista ZP se saca de su concurrida chistera como me
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