El nivel cultural y cívico de una ciudad viene determinado por el trato que dispensa a su Biblioteca. La Biblioteca Pública es fundamental para crear cultura, porque no hay cultura si no existe amor al libro: el libro es la palabra que crea y la soledad que genera, el libro es el espíritu que se eleva y la aventura que se vive. En los libros está –fresca y palpitante– la vida y ellos son lo mejor de la cultura.
Cuando se pretende que las Bibliotecas Públicas sean un escenario más del cúmulo de espectáculos en que se ha convertido la cultura en nuestro país, hay que recordar que incluso reducida a un angosto e incómodo almacén de libros la biblioteca crece, se regenera y se recrea cada vez que un ciudadano acude a ella para ejercer el delicado y democrático derecho, igualitario y republicano, en que consiste la lectura. Ejerciéndolo es como mejor crecemos en nuestra condición de seres libres.
Por eso es imprescindible que los poderes públicos se impliquen en la Biblioteca. Los habitantes de esta ciudad, de todas las ciudades, tenemos un derecho fundamental de acceso a la cultura, porque así progresamos como ciudadanos. Pero no hay cultura allí donde la Biblioteca Pública gime en el olvido.
Quienes guardamos un entrañable recuerdo de nuestra primera visita a la Biblioteca Municipal, los que quisiéramos verla como buque insignia de la cultura de nuestra ciudad, asistimos atónitos al papel que se le ha reservado.
Mientras no han parado de gestarse hitos culturales –fatuos, festivos, fugaces y caros– la Biblioteca ha sido olvidada. La democracia ubetense no ha encontrado ocasión para dotar a la Biblioteca “Juan Pasquau” de la dignidad que merece. Sólo los espacios sobrantes, las migajas del presupuesto, los rincones del olvido. Siempre otros compromisos que cumplir, otras prioridades que atender, otras urgencias que sofocar: el libro y el sagrado espacio cívico de la Biblioteca no han importado demasiado a las corporaciones democráticas en los últimos treinta años.
Consideramos que ha llegado el momento de poner fin a esta situación. Ha llegado el momento de que la Biblioteca vea reconocida su dignidad, que es la dignidad del libro, la dignidad de la cultura. Ha llegado el momento de desalojar lo que sea para que la Biblioteca Municipal tenga el espacio que necesita. Ha llegado el momento de cambiar las prioridades. Ha llegado el momento de que el presupuesto municipal prime lo importante sobre lo vistoso. Y lo importante aletea en el silencio de la Biblioteca Municipal y en la soledad ante un libro abierto. Y lo importante es que la Biblioteca inunde los recuerdos de la infancia, ilumine los ensueños adolescentes, disipe las zozobras adultas y vertebre ese delicado equilibrio de hábitos, conductas, creencias y sueños que constituyen la cultura de un pueblo.
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Hace tiempo que me vi sorprendido por la inclusión en un grupo de Whatsapp. Un antiguo compañero lo había creado para convocarme a una quedada (con q que ya somos mayores para otro tipo de grafía). Trataba de juntar a todos los compañeros y compañeras de mi promoción de Magisterio en la especialidad de Francés. Paco, con minuciosidad y paciencia infinitas, fue localizando a todos y cada uno de los integrantes de aquella promoción, ayudado por la cierta facilidad que hoy proporciona Internet y sus redes sociales. Ya se sabe que el que no está en Internet no existe, como me gusta decir a mis alumnos. Al principio tomé la iniciativa con cierto escepticismo. He de reconocerlo. No sabía si Paco sería capaz de ponernos en órbita y en todo caso no tenía muy claro que me apeteciese echar una mirada tan atrás. Conforme los mensajes se fueron sucediendo en el grupo, fui sintiendo una enorme curiosidad por volver a ver a quienes habían sido compañeros y compañeras de años de estudio ...
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