
He tenido que cambiar, sobre la marcha, la temática del artículo de opinión de hoy porque me han parecido apasionantes los acontecimientos que se están viviendo en el Partido Popular de Úbeda. Seguro que puedo equivocarme en el análisis de la situación, porque desconozco el funcionamiento interno de los partidos políticos, aunque siempre he tenido la sensación de que, en el fondo, se trata de un “quítate tú que me pongo yo”.
Como sabrán ustedes, Pizarro ha presentado candidatura para hacerse con las riendas del PP provincial y desbancar a Fernández de Moya, que también se presenta. El que fuera alcalde de Úbeda se las prometía muy felices porque creía que en el seno del PP local nadie iba a hacerle sombra, presentando una lista de compromisarios para asistir al próximo congreso, pero se equivocó. Es posible que esta lista de “díscolos”, como los llama Pizarro, no triunfe en la votación local pero eso no importa tanto. De la lista lo que me ha llamado la atención es que está compuesta por algunos prestigiosos nombres de la política “ubedí” y me pregunto con quiénes se habrá quedado Pizarro. Dicen que Antonio Martínez Espejo es uno de los “díscolos” aunque, por sus intervenciones en las tertulias de Radio Úbeda, no da esa impresión. En todo caso creo que se trata de un hombre sensato, bien preparado, muy documentado y, por su veteranía política, curtido en mil batallas. Hombre recto y de criterio firme, se trata de un activo dilapidado, que hoy por hoy continúa su particular travesía del desierto. Otro de los levantiscos es el ex concejal Antonio Jimena de quien gentes de todos los signos políticos coinciden en afirmar que hizo una gran labor en el ayuntamiento, al frente de cultura y fiestas. A éste le pronostiqué que volvería por sus fueros: quien vale vale. A Pepe Robles, otro de los rebeldes, lo añora la policía local por el buen trabajo que realizó con este colectivo y porque entre Clemente y Robles no hay color. Todo lo que tiene de introvertido y prudente el desobediente Francisco Jurado lo tiene también de trabajador y de eficaz. Para terminar con los indisciplinados creo que es de justicia reconocer que el joven abogado “Gumi” fue un buen concejal y sigue siendo un hombre con criterio propio. Tal vez por eso haya tenido que pasar este tiempo en la acera de enfrente. Son sólo unos cuantos botones de muestra, que sirven para vislumbrar el grado de experiencia y preparación que tiene el grupo de los que se han salido del redil.
Tras las pasadas elecciones locales pensaba yo que Pizarro se batía en retirada, con buen criterio, pero veo que no. Debe ser cierto eso que cuentan de “la erótica del poder”. No pensé que estuviese acabado como político pero sí que ya no tenía nada más que decir a nivel local y que debería marcharse a su dorado retiro del Parlamento de Andalucía. Tras la felonía de oponerse al “oficialismo” ya no le va a quedar ni eso. Acaba de hacerse el haraquiri político. No me explico cómo no se ha dado cuenta. No entiendo cómo no se ha percatado de que oponerse a la corriente oficial es entrar en una lucha desigual. Encima le han crecido los enanos y gente que se amamantó de sus pechos políticos, ahora se le revuelve y lo niega.
Ya lo he dicho. Yo no entiendo de estas cosas. Los caminos del poder son inescrutables y no comprendo cómo alguien decide suicidarse, políticamente hablando, ni qué intereses mueven a quienes han sido sus aliados para pasarse al otro bando. Será por esta ignorancia mía por lo que el tema me parece apasionante.
Seguiré de cerca el congreso provincial para comprobar de qué calibre es el descalabro pero, sobre todo, para ver por dónde se ha quedado esa gran persona y honesto político que es Ramón Martínez Arias. Ya que no lo veo entre los “díscolos”, espero que por lo menos estas escaramuzas le hayan pillado en tierra de nadie.
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