Hoy me gustaría tratar un tema que, si bien afecta a los ubetenses, no es en exclusiva local. Me estoy refiriendo a los radares que controlan la velocidad en nuestras carreteras.
Cada lunes, los medios de comunicación nos ponen encima de la mesa donde desayunamos un montón de cadáveres cuyo número comparan con el del mismo fin de semana del año anterior. No hay una diferencia sustancial. Unas veces son más y otras veces son menos que en el anterior año, pero no se aprecia un descenso significativo en el número de muertos, sobre todo si tenemos en cuenta las intensas campañas que, tanto entidades públicas como privadas, han puesto en marcha para frenar esta lacra.
El tema de los radares, como método para erradicar gran parte de los accidentes, me preocupa seriamente porque puede dar la impresión de que la DGT está comerciando con nuestras vidas. Esos radares no sirven para prevenir, sino para “hacer caja”. En los viajes que he realizado durante el pasado verano, he podido comprobar lo que afirma la prensa especializada: de los radares fijos que hay en nuestras carreteras sólo el 27% coincide con un punto negro. El resto se ha colocado en lugares con mínima o nula siniestralidad y en los puntos negros han seguido aumentando los accidentes y las muertes.
Existen multitud de páginas en Internet que informan de la ubicación de dichos radares e incluso puede instalarse en un navegador un pequeño archivo que avisa al conductor de la proximidad de los mismos. Mientras más afinan y se extienden estos mecanismos, más sofistica la Dirección General de Tráfico la tecnología de sus equipos. Estoy convencido de que se trata del juego del gato y el ratón porque no es comprensible que, en una autovía, en un tramo sin peligro alguno, te coloquen un radar móvil encima de un trípode y a escasos 500 metros una pareja de la Guardia Civil te esté esperando para “cobrarte el peaje”. Rotundamente no se trata de evitar muertes, sino de recaudar fondos de forma extraordinaria.
La evidente finalidad recaudatoria de los radares se hace todavía más patente en los que están camuflados en vehículos sin ninguna identificación policial. No voy a cargar las tintas sobre la Guardia Civil, porque no sé si son los civiles de la DGT quienes les asignan el tipo de servicio a realizar. Lo que no es de recibo es que te los encuentres agazapados, en un tramo recto de la autovía, donde no existe peligro alguno, dentro de un coche camuflado, intentando echarte el guante. A eso yo no le llamo prevenir… sino cazar. Por algo España es el país de la picaresca… Lo triste es que ésta no sólo alcanza a los ciudadanos, sino también a las propias fuerzas del orden.
El pasado mes de enero Zapatero presentaba, a bombo y platillo, su “Plan Español de Estímulo de la Economía y el Empleo” al que, para abreviar, el Gobierno ha denominado “Plan E”. Con él se dotaba a los ayuntamientos de unas partidas económicas de carácter extraordinario, en razón a su número de habitantes, para realizar obras en los pueblos y ciudades de España, a la vez que se pretendía aprovechar estos fondos para crear empleo. Yo al “Plan E” siempre le concedí el beneficio de la duda ya que, si bien es cierto que gracias a él van a acometerse muchas obras que seguramente de otra manera no se harían, no es menos cierto que el empleo a crear será escaso y durará muy poco en el tiempo, lo cual no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana. Hoy en día, con la mayoría de esas obras en marcha y vistas las empresas a las que dichas obras han sido adjudicadas, estoy convencido de que el famoso plan no es más que otro conejo que el ilusionista ZP se saca de su concurrida chistera como me
Comentarios
Triste es que encima, muchos crean que el carné por puntos es un éxito evita-muertes, y que los radares ayudan a prevenirlas.
Si hay algo en lo que los medios de comunicación convencionales manipulan más y reinventan la información es en el tema DGT (La mafia de la carretera), todavía aún peor que la SGAE, si cabe.