Llevo un tiempo pensando en que tal vez debería llevar a la Sociedad General de Autores de España ante los tribunales y pedirle una indemnización. A mi, que me gusta actuar con legalidad y pulcritud en todos los aspectos de mi vida, estos tipos de la SGAE me están creando un complejo de delincuente que no sé si va a dejarme alguna secuela psicológica. Dándole vueltas al asunto, también he llegado a plantearme el demandar al Gobierno de España como cooperador necesario, sin cuya complicidad los autores no podrían perpetrar “sus chorizadas”.
El asunto es que cada vez que compro una cajita de CD’s, para guardar las fotografías y los vídeos de mi último viaje, me están cargando en el precio un impuesto revolucionario que debo pagar por almacenar una serie de contenidos creados por mí. El Gobierno y los artistas dan por hecho que yo soy “un pirata” y que, en previsión de posibles actos de piratería, debo pagar una multa. Claro que si pago ese impuesto por bajarme de Internet contenidos registrados, se supone que cuando lo haga no estaré cometiendo ningún delito.
Yo entiendo que hay que proteger los derechos de los autores, pero me niego a que se haga con tasas injustas e indiscriminadas. Habría que revisar la vieja Ley de la Propiedad Intelectual para equilibrar los derechos de los autores con los nuevos retos de la sociedad de la información. Esos nuevos retos tecnológicos hacen que hoy ya no necesitemos un disco de vinilo o un CD para escuchar la música que nos gusta, ya que puede hacerse a través de un ordenador conectado a Internet. La Red es un nuevo elemento contra el que los artistas, y su vetusto modelo de negocio, ya no pueden competir y de estar hartándose de ganar dinero, han pasado a ver muy mermados sus ingresos. Como competir contra el complejo mundo de Internet les resulta imposible, porque para ello hay que poseer la imaginación que ellos no tienen, les viene mejor presionar al Gobierno para seguir, “a la sopa boba”, cobrando el canon digital.
Como suele pasar, los únicos perjudicados por este asunto somos nosotros, que no podemos comprar equipos de música, televisores, reproductores de DVD, ni ningún otro dispositivo de almacenamiento, sin ser extorsionados.
En contraposición a esta arcaica organización de la patronal artística, que es la SGAE, surgen ahora nuevos grupos, al amparo de Internet, donde, lejos de las grandes discográficas, exponen sus trabajos en lugares como Youtube, llegando a alcanzar una enorme popularidad que les sirve para lanzarse al mercado.
En un intento más de amordazar la libertad en la Red de Redes y de beneficiar a los parásitos de sus amigos, ahora el Gobierno de la Nación estudia la posibilidad de amenazar a los proveedores de acceso a Internet para que capen la conexión de los usuarios de tal modo que no tengan acceso a las redes P2P, en las que los internautas se intercambian archivos sin fines lucrativos.
En medio de todo este cúmulo de despropósitos gubernamentales me encuentro con la noticia de que, denunciado por la Fiscalía Anticorrupción, el cantante Alejandro Sanz está siendo investigado, por la Audiencia Nacional, por un presunto delito de evasión de capitales, a través de un paraíso fiscal de nombre impronunciable. “¡P’a mearse!”, como diríamos en castizo ubedí.
Cuando el Presidente Obama telefoneó a Zapatero para informarlo de que España llevaba tiempo dando la nota en los mercados financieros internacionales y para comunicarle las medidas de reducción del gasto que debía adoptar, si no quería sacar a nuestro país del euro y hundirlo en el fango de la ruina económica, yo ya me temí lo peor. Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en...
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