Cuando el Presidente Obama telefoneó a Zapatero para informarlo de que España llevaba tiempo dando la nota en los mercados financieros internacionales y para comunicarle las medidas de reducción del gasto que debía adoptar, si no quería sacar a nuestro país del euro y hundirlo en el fango de la ruina económica, yo ya me temí lo peor.
Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en beneficio del país, lo mínimo que se merecen es vivir dignamente sus últimos días. Al escuchar la noticia de que también iba a atracarlos, no daba crédito y mi primer pensamiento fue para mi madre, para mi suegra y para esos miles de viudas que, con pensiones irrisorias, tendrán que afinar el lápiz, ahora mucho más que antes, para poder llegar a fin de mes sin bordear la indigencia.
Acostumbrado a pagar siempre religiosamente y a no recibir nunca nada, porque mi diáfana nómina queda indefectiblemente un poquito por encima de lo que se requiere para conseguir una beca para mis hijos, una ayuda o cualquier subvención, me vinieron a la mente, tras la llamada de Obama, todas esas carreteras que se construyen en nuestro entorno de las que, con un cinismo extremo, esa comunista reconvertida en Consejera que es Rosa Aguilar dijo que se ralentizarían pero que, en ningún caso se pararían. Cuando, un par de días más tarde, el ministro José Blanco la contradijo, añadiendo que incluso se rescindirían contratos de obras que ya estaban adjudicadas, me eché a temblar.
Uno vivía con la ilusión de ir pronto a Jaén, sin necesidad de destrozar su coche, circulando por la Autovía del Olivar y ahora ha visto cómo ese sueño se evapora. No es que yo tenga mucha fe en el trazado de esa vía, a tenor de la “autovía de la Señorita Pepis” que nos han construido entre Úbeda y Baeza, pero albergaba la esperanza de que, al menos, su firme fuese decente. Hace unos días, al comprobar que el Delegado de Obras Públicas se echaba a la carretera, para demandar financiación privada a fin de poder continuar con las obras esa autovía, constaté que una parte de los recortes vendrán por ahí, en lugar de procurar ahorrar el dinero suprimiendo “Visas Oro” y Ministerios inútiles.
Ahora es probable que nos quedemos, durante mucho tiempo, sin unas carreteras que deberían llevar años terminadas, porque en Jaén la Junta no tiene que invertir en votos y porque, como cuenta el famoso bolero “dicen que la distancia es el olvido” y la provincia de Jaén está muy lejos de la de capitalina Sevilla, donde sí hay que ganarse los votos uno a uno.
Nunca llegué a comprender bien al académico Pérez Reverte, cuando se refería a España como a “este país de mierda”, y ha tenido que llegar esta depresión económica para que vaya entendiendo por dónde iban los tiros.
Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en beneficio del país, lo mínimo que se merecen es vivir dignamente sus últimos días. Al escuchar la noticia de que también iba a atracarlos, no daba crédito y mi primer pensamiento fue para mi madre, para mi suegra y para esos miles de viudas que, con pensiones irrisorias, tendrán que afinar el lápiz, ahora mucho más que antes, para poder llegar a fin de mes sin bordear la indigencia.
Acostumbrado a pagar siempre religiosamente y a no recibir nunca nada, porque mi diáfana nómina queda indefectiblemente un poquito por encima de lo que se requiere para conseguir una beca para mis hijos, una ayuda o cualquier subvención, me vinieron a la mente, tras la llamada de Obama, todas esas carreteras que se construyen en nuestro entorno de las que, con un cinismo extremo, esa comunista reconvertida en Consejera que es Rosa Aguilar dijo que se ralentizarían pero que, en ningún caso se pararían. Cuando, un par de días más tarde, el ministro José Blanco la contradijo, añadiendo que incluso se rescindirían contratos de obras que ya estaban adjudicadas, me eché a temblar.
Uno vivía con la ilusión de ir pronto a Jaén, sin necesidad de destrozar su coche, circulando por la Autovía del Olivar y ahora ha visto cómo ese sueño se evapora. No es que yo tenga mucha fe en el trazado de esa vía, a tenor de la “autovía de la Señorita Pepis” que nos han construido entre Úbeda y Baeza, pero albergaba la esperanza de que, al menos, su firme fuese decente. Hace unos días, al comprobar que el Delegado de Obras Públicas se echaba a la carretera, para demandar financiación privada a fin de poder continuar con las obras esa autovía, constaté que una parte de los recortes vendrán por ahí, en lugar de procurar ahorrar el dinero suprimiendo “Visas Oro” y Ministerios inútiles.
Ahora es probable que nos quedemos, durante mucho tiempo, sin unas carreteras que deberían llevar años terminadas, porque en Jaén la Junta no tiene que invertir en votos y porque, como cuenta el famoso bolero “dicen que la distancia es el olvido” y la provincia de Jaén está muy lejos de la de capitalina Sevilla, donde sí hay que ganarse los votos uno a uno.
Nunca llegué a comprender bien al académico Pérez Reverte, cuando se refería a España como a “este país de mierda”, y ha tenido que llegar esta depresión económica para que vaya entendiendo por dónde iban los tiros.
Comentarios
Amigo Eugenio, enhorabuena.
Aquí en nuestra Andalucía se es (quien lo sea, claro) tan sumiso desde siempre, antes a los "señoritos" y ahora a los "nuevos señoritos", que al contrario de lo que sucede en Cataluña o Vascongadas, nunca tendremos ni las carreteras, ni el ferrocarril, ni los puertos, ni los aeropuertos, ni la industria, ni... que ellos; a pesar de tener el terreno agrícola más fértil de Europa, las playas y el sol mejores del mundo y los parajes naturales más hermosos de España.
¿Pero todo eso para qué nos sirve? Ni en los tiempos que corren, las últimas encuestas dan un cambio de gobernantes. ¡¡Y así nos va!!
Saludos. Fernando.-
tikycilla
No somos un país de mierda. No le haga propaganda a un Pérez REverte que gana dinero diciendo esas tonterías y empleando tacos para que la gente diga "bien dicho, con dos cojones". EStamos en un mundo que funciona a tirones del dinero. Y dentro de ese mundo, estamos en el grupo de los mejores, gracias a siglos de progreso social. Lo que hace falta es ir más allá, y no dar marcha atrás con "reformas" que no son más que campo libre al capital, sin estorbos políticos.
Luis de Nova.