
La Semana Santa comenzó con el Pregón Oficial, que pronunció Daniel Berzosa López, en la víspera del Domingo de Ramos. El brillante currículum personal y profesional de Daniel ya hacía presagiar que sería un pregón lustroso y profundo, pero quienes teníamos claro que el texto sería magnífico nos habíamos quedado cortos en nuestras previsiones. Sus palabras rozaron lo sublime porque, entre otras cosas, fueron reflejo del grado de compromiso que muchos cofrades tienen para con la Semana Santa, para con sus hermandades y, en suma, para con la Iglesia en general. A pesar de haber vaticinado que aquella sería una gran tarde, quienes tuvimos el privilegio de escucharlo en directo nos quedamos sorprendidos, atónitos y gratamente impresionados. Daniel tiró de fe, devoción y religiosidad, también de experiencias vitales, que son los verdaderos ingredientes de nuestras procesiones, aunque haya quienes se empeñen en ver en ellas otras cosas que, en realidad, no son más que accesorias. Las definió como “una docencia sencilla de las verdades de la fe” concernientes a una parte del Evangelio, que nos permiten visualizar los misterios de la Pasión y Resurrección de Cristo de manera inmejorable y en realidad eso es lo que son para gran parte de quienes integramos los guiones que salen a nuestras calles durante la semana más importante de Úbeda.
Berzosa, que no podía dejar de lado su decidido y firme compromiso para con el mundo y para con las cofradías, habló de los mensajes que nos acosan y que son ajenos al Evangelio de Cristo, (el secularismo, el relativismo, la exaltación y desprecio de la dignidad de la persona), y recomendó a los presentes el combatirlos de manera decidida. En contra de esas corrientes que ahora quieren despojar a Europa de su verdadero origen, defendió que nuestra civilización occidental, se gestó y tiene sentido a la luz de la fe y de la cultura cristianas.
Nuestro pregonero, en la noche del 16 de abril, dejó patente que las cofradías están plagadas de gentes llenas de compromiso, con una formación que no deja el menor resquicio a la duda y a quienes hay que tratar con el respeto que se merecen, porque conocen muy bien lo que se traen entre manos. En el acto hubo algunas ausencias notables que, por otro lado, vienen siendo habituales. No hubiese estado mal que recogiesen el mensaje de Daniel, que no hizo otra cosa que volver a demostrar que colocar a la palabra religiosidad el adjetivo popular no resulta peligroso, cuando en el mundo cofrade existen cabezas tan bien amuebladas.
Comentarios