
El pleno de constitución del nuevo ayuntamiento fue de guante rosa. Quedó muy institucional y hubiera sido aburrido en exceso, de no ser por la metedura de pata del concejal Luis Fernández, que intentó prometer el cargo mediante una estrambótica fórmula de propio cuño o por el juramento de Pepa Olmedilla que, no sabemos si traicionada por el subconsciente o en un anuncio que pudo haber sido premonitorio, se proclamó directamente alcaldesa de la ciudad, contra todo pronóstico.
Abrazos, besos, aplausos y guiños de cara a la galería, coparon el que seguramente será el único acto amable del mandato de José Robles. Ya nadie se cree eso, tan repetido en campaña electoral por los grupos que ahora han quedado en la oposición, de luchar por Úbeda y de aprobar todo lo que sea positivo para la ciudad “venga de donde venga”. Los intereses de los políticos marchan, para desgracia nuestra, por un sendero muy distinto al de los intereses de Úbeda y pronto llegarán las zancadillas, los enfrentamientos y el “y tú más”. Han quedado en la oposición algunos elementos y algunas “elementas” que no van a consentir su pérdida de protagonismo, el dejar de tener su minuto de gloria, y que no van a permitir que se les acuse de haber votado con el PP o como el PP, a pesar de que se trate de asuntos que la ciudad necesita con urgencia. No es una cuestión de diferencias políticas, las ideologías no existen en asuntos locales, sino un tema de partido y en algunos casos incluso personal.
Con la oposición en actitud obstruccionista, las arcas municipales vacías y con trampas como para cazar osos, la administración autonómica, por el momento, en manos “del enemigo”, la crisis galopante, que aún no ha tocado fondo, la gente indignada con los políticos y la ruina económica de todas las administraciones, a Pepe Robles le quedan cuatro años que no se los desearía ni a mi peor enemigo. Si yo fuera él saldría corriendo ahora mismo. Claro que por eso yo no me dedico a la política…
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