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BANCOS



Hoy he estado en BMN (antes Caja Granada). Iba a decir "he estado en mi banco", pero ya no es mi banco. Antes conocía a todos sus empleados (cuando eran caja). Llevaban allí toda la vida y hasta conocían de memoria mi número de cuenta. Ahora es un banco sin alma, en el que cambian a los empleados con cierta frecuencia y en el que intentan cobrarte una comisión hasta por respirar. He ido a sacar dinero y he estado en la cola durante más de tres cuartos de hora, porque una sola persona atiende al público. La segunda empleada es la directora que, en su despacho, atiende otros asuntos. No voy a quejarme por la larga espera. Estoy de vacaciones y no tengo ninguna prisa. Además los empleados no son los culpables del deficiente funcionamiento de la oficina. Hoy, como ciudadano, quiero quejarme de lo explotados que están los empleados de banca, de la tensión que tienen que soportar a diario. Me da asco, me repugna, el ver a las empresas explotar a sus trabajadores hasta límites que causan rabia. Siento verdadero rechazo por este sistema, que rescata a los bancos con dinero público, a cambio de nada. Siento una enorme rabia cada vez que los veo exprimir a sus empleados hasta la enfermedad, con tal de engordar sus cuentas de resultados, siempre con la amenaza del despido y con horarios que cada vez se alargan y se alargan, con menos derechos y con menor sueldo. La Europa que explota a los trabajadores, hasta que consigue que enfermen de ansiedad, no es la Europa por la que muchos hemos luchado, no es la Europa que queremos. La banca que se aprovecha de los rescates, del dinero fresco y gratuito y que hunde a sus empleados en la depresión y el desasosiego, no merece que la reflotemos. Sólo merece nuestro desprecio. Pero ojo: que no se nos olvide que la banca no es un ente anónimo. En cada consejo de administración hay hombres y mujeres con nombres y apellidos. Contra ellos es contra quien tenemos que luchar.

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