Ir al contenido principal

LA PICARESCA ESPAÑOLA



No entiendo por qué nos sorprendemos de que haya corrupción en los partidos políticos. Estos están pagando ahora el pato de estar en el candelero, porque sus miembros meten la mano donde no deben y lo están pagando porque, a causa de su actividad pública, están más expuestos a los medios que el común de los mortales. Pero no nos engañemos: no es un problema de los políticos. Se trata de un problema nacional (recordemos que el género literario de la novela picaresca nació en nuestro país). Creo que puede afirmarse que en España la corrupción es generalizada.

Por cuestiones que ahora no vienen al caso, raro es el día en el que no me entero de que alguna persona conocida, que ejerce una actividad profesional, no está dada de alta. Es como si no existiera para el fisco. No paga impuestos y no cotiza a la Seguridad Social. Solamente recibe ingresos. Es mucha más gente de la que creemos, es gente a la que tenemos por honesta y legal pero que se pasa por el arco del triunfo cualquier obligación moral de contribuir a que los servicios públicos funcionen (al menos con su aportación económica).

Hace unos días, un tipo que canta en muchos de los locales de moda de la Costa del Sol, al que conozco, se quejaba en su muro de Facebook de que lo había pescado la Inspección de Trabajo, con menos papeles que una liebre. Lo habían sancionado y tenía prohibido tocar, mientras no lo tuviese todo en regla. El tío no entendía nada, pero lo peor no era su actitud, sino la de muchos de sus amigos que, con mensajes de apoyo, se solidarizaban con él.

A quienes pagamos religiosamente, bien porque estemos convencidos de que hay que hacerlo, bien porque no nos queda otra, se nos pone cara de tontos al comprobar que no somos tantos los que estamos sacando a flote al país, mientras que son muchos los que viven de la economía sumergida, del "travail au noir" (que diría un francés).

Comentarios

Entradas populares de este blog

LOS CARTELES DEL “PLAN E”

El pasado mes de enero Zapatero presentaba, a bombo y platillo, su “Plan Español de Estímulo de la Economía y el Empleo” al que, para abreviar, el Gobierno ha denominado “Plan E”. Con él se dotaba a los ayuntamientos de unas partidas económicas de carácter extraordinario, en razón a su número de habitantes, para realizar obras en los pueblos y ciudades de España, a la vez que se pretendía aprovechar estos fondos para crear empleo. Yo al “Plan E” siempre le concedí el beneficio de la duda ya que, si bien es cierto que gracias a él van a acometerse muchas obras que seguramente de otra manera no se harían, no es menos cierto que el empleo a crear será escaso y durará muy poco en el tiempo, lo cual no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana. Hoy en día, con la mayoría de esas obras en marcha y vistas las empresas a las que dichas obras han sido adjudicadas, estoy convencido de que el famoso plan no es más que otro conejo que el ilusionista ZP se saca de su concurrida chistera como me

NOCHE DE REYES

Hoy es noche de Reyes. Es noche de ilusión, de desvelos, de magia y de larga vela. Es noche de niños y de adultos. Es la noche de los niños que fuimos y de los adultos que, desde la barrera, vemos disfrutar a los protagonistas de hoy. Un caballo de cartón, mi primera bicicleta y un fuerte apache vuelven hoy a mi memoria, como si aquello hubiese sucedido ayer. La vida pasa implacable y en este cuerpo de hombre entrado en años sigue habitando el alma de aquel niño que nunca he querido dejar de ser. Hoy es noche de Reyes y volveremos a dejar nuestros zapatos junto al balcón y la copita de anís para Sus Majestades, como lo hicimos cuando éramos fieles a la magia y ajenos al consumismo de Amazon o de un Corte Inglés que nos cogía muy lejos. Que esta noche Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente dejen en vuestros zapatos la ilusión por la vida y el amor por la gente. Que inunden vuestros balcones de trabajo y de salud y que volvamos a escribirles la carta, el año que viene

TOMÁS

Ha muerto Tomás. Tomás era un cazorleño a quien conocí en la mili a finales de la década de los setenta. Cuando me dieron su pueblo por destino volvimos a encontrarnos. Nos veíamos de vez en cuando y charlábamos un rato. Me contó que, tras el campamento, lo destinaron a artillería y allí lo colocaron de pintor. Para él, que jamás había salido de su Cazorla natal, fue una época feliz, seguramente la más feliz de su vida. Tras la mili volvió al pueblo, para cuidar de una madre de la que siempre supe que era octogenaria y enferma. No conoció mujer. A él le hubiera gustado tener una novia y seguramente hijos, pero era tímido, poco echado para adelante y en nuestra época las mujeres no venían a buscarte si no las encontrabas tú. Creo que no fue feliz, salvo con su brocha de artillero. Tomás era jornalero. Trabajaba en la campaña de aceituna y en algún empleo esporádico, barriendo las calles, que el ayuntamiento le proporcionaba muy de tarde en tarde. Era un buen hombre, que no tuv