Cada año se me hace más complicado explicar a mis alumnos las estaciones del año. Cuando yo era niño casi se cumplía, a rajatabla, lo que ahora les cuento y percibíamos como una de esas estaciones nos abandonaba para dar paso a la siguiente. Ellos perciben hoy otra cosa: veranos que se alargan, por delante y por detrás, temperaturas altísimas e inhumanas, ausencia de las típicas nevadas cazorleñas, huracanes y tormentas, cada vez más salvajes y más frecuentes, desaparición de la primavera y del otoño... Podría seguir.
Lo del cambio climático, lo del calentamiento global, no es ningún camelo. No hace falta ser científico para constatarlo. La quema de los combustibles fósiles nos está dejando graves efectos secundarios, fáciles de comprobar a poco que uno tenga ya bastantes decenas de años. Nadie hace nada por remediar este desastre. Yo creo que los gobernantes deben pensar en que ni ellos, ni sus descendientes más próximos, estarán ya aquí para cuando llegue el momento en el que la vida en nuestro planeta se haga insoportable. Por eso no adoptan medidas, por ese erróneo "sálvese el que pueda" que hoy proporciona jugosos dividendos económicos a quienes contaminan.
En estos días se celebra en París la cumbre que aborda el cambio climático y uno ve a los poderosos del planeta saludarse y sonreír y se indigna al tener la certeza de que los intereses económicos prevalecerán sobre la hipotética sensatez humana. ¿O es que alguien cree que saldrá alguna solución eficaz de esta reunión?
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