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PARA SIEMPRE... DON JOSÉ




Querido amigo:

Hoy has recibido el homenaje de una parte de quienes te querían. Aquel colegio que ayudaste a poner en marcha, con una cierta contestación interna y que llevaba el anodino nombre de "Atalaya", hoy ya lleva tu nombre. Ha sido preciso que te marchases, de forma precipitada, para que se haya reconocido tu entrega, tu trabajo, tu decisión y tu tesón. Hoy ese edificio, ese Colegio Rural Agrupado, (entonces lo llamábamos así), de La Iruela ha empezado a dejar de ser un ente impersonal, para pasar a llevar una historia tras de si. Es la historia de Lola, de Antonio, de Piedad, de Emilio, del otro Antonio, de Manolo y si me permites un poco la mía. Es una historia que hoy ha quedado personalizada en un nombre, en el tuyo. Un cazorleño, ya ilustre, quedará para siempre identificado sobre los muros de ese colegio que hoy ha pasado a adquirir personalidad propia, al llamarse "C.P.R. José García Laínez".

Me hubiera gustado acompañar a Mari Carmen y a tus hijos en ese emocionante acto, pero ya sabes que la administración educativa no tiene alma y que ha programado el acto para la mañana de un día laborable.

Te marchaste demasiado pronto, de forma repentina, casi en plena juventud, porque los años que figuraban en tu DNI nunca coincidieron con tu edad biológica, con tu espíritu eternamente joven, con tus risas, con tus pulseras de colores, con tus bromas, con tu mentalidad abierta y con tu manera de colocarte a la altura de tus alumnos. Te fuiste y nos dejaste con la desazón de no habernos podido despedir de ti, pero hoy nos resarce el saber que, para siempre, tu colegio llevará tu nombre y que un día, de aquí a cincuenta o sesenta años, algún maestrillo novato llegará a preguntar por la razón del nombre del colegio y cuando ya nosotros nos hayamos marchado también, alguien le explicará que don José García Laínez fue un director al que le faltaban horas para dedicarlas a su trabajo, un hombre afable y conciliador, al que todos sus alumnos admiraban y a quien sus compañeros querían.

Te dejo, Pepe. No te doy más la vara. Ya nos veremos por allí arriba, (conste que no tengo prisa), nos fumaremos unos cigarrillos y nos tomaremos unas cañas. Que fue un placer haber sido tu compañero y tu amigo ya lo sabes.

Un fuerte abrazo. Nos vemos.


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