Ir al contenido principal

HASTA SIEMPRE DON ANTONIO



Hace unos 33 años que me aficioné al carnaval gaditano, todo un mérito por mi parte si tenemos en cuenta que entonces no existía Canal Sur. 

De los gaditanos me gusta su fino sentido del humor, su imaginación y un ingenio que no he conocido fuera de la Tacita de Plata, nada que ver con los sevillanos y a años luz, (ya conocen el tópico), de los granadinos. No me gustan los clones, que han ido apareciendo por una parte importante de la geografía nacional y que han hecho del carnaval de nuestros pueblos una ridícula imitación del que se hace por tierras gaditanas, no en vano la "asaura ubedí" o la atonía comprovinciana no son comparables al gracejo de los de Cádiz. La globalización se ha encargado de uniformar esta fiesta, extrapolándola a rincones que nada tienen que ver ni con el clima, ni con el acento, ni con el "modus vivendi", ni con el paisaje, ni con la forma de ser de sus habitantes. Ha ocurrido algo idéntico con las procesiones de Semana Santa.

Yo soy seguidor de las chirigotas, en parte por mi carácter irónico y jocoso y en parte porque creo que el mundo ya tiene bastantes problemas como para que nos compliquemos la vida con la supuesta trascendencia de las letras que cantan las comparsas. Alguna vez he escuchado a alguna, pero no he conseguido tragármela entera.

Hace años que sigo el concurso de agrupaciones gaditanas. Primero lo viví "in situ", más tarde por televisión y luego a través de Internet, a medida que las conexiones de banda ancha fueron mejorando. Internet tiene la ventaja de que, como dicen en Cazorla, "vas esmotando", dejas de lado lo que no te gusta y ves las actuaciones de las chirigotas que han recibido buenas críticas o que los amigos te recomiendan. A los coros no los soporto.

La del carnaval es para mí una fiesta que tiene su gracia, (según dónde), que me agrada y me divierte, como me agrada escuchar una bonita canción o como me gusta tomarme una cerveza o fumarme un Cohiba. Es algo para echar el rato pero no creo que haya que elevarlo a la categoría de arte, en el sentido más puro del término. Tampoco creo que en mi vida vaya a suponer algo de gran trascendencia, más allá de las cuatro risas que me echo escuchando al Selu o a Manolito Santander.

Vienen a cuento estas reflexiones porque esta mañana, al abrir mi Facebook tras el desayuno, me he encontrado con una frase, entre necrológica y epitáfica, que decía: "hasta siempre don Antonio". Un vuelco me ha dado el corazón, antes de reaccionar, al pensar que alguien se despedía de alguno de mis amigos de Facebook, porque había pasado a mejor vida. Inmediatamente me he puesto a navegar con celeridad y he respirado tranquilo al encontrar el verdadero sentido de la frase. Se refería a la despedida no de este mundo, sino del concurso del Gran Teatro Falla, del comparsista Antonio Martín.

Evidentemente cada quien es muy libre de elegir sus mitos. A mí todo esto de mitificar a unos tipos que escriben letrillas, se disfrazan y cantan, siempre me ha parecido excesivo, pero allá cada cual. Estas cosas me dan un poco de risa, dicho con el mayor de los respetos. Lo que sí que me parece excesivo es que alguien se despida de un tipo que deja las tablas, de forma tan contundente, lapidaria y categórica que casi hace que se me salga el corazón. Lo malo es que otros lo acompañaban en el sentimiento.



Comentarios

Entradas populares de este blog

VOLVER

  Hace tiempo que me vi sorprendido por la inclusión en un grupo de Whatsapp. Un antiguo compañero lo había creado para convocarme a una quedada (con q que ya somos mayores para otro tipo de grafía). Trataba de juntar a todos los compañeros y compañeras de mi promoción de Magisterio en la especialidad de Francés. Paco, con minuciosidad y paciencia infinitas, fue localizando a todos y cada uno de los integrantes de aquella promoción, ayudado por la cierta facilidad que hoy proporciona Internet y sus redes sociales. Ya se sabe que el que no está en Internet no existe, como me gusta decir a mis alumnos. Al principio tomé la iniciativa con cierto escepticismo. He de reconocerlo. No sabía si Paco sería capaz de ponernos en órbita y en todo caso no tenía muy claro que me apeteciese echar una mirada tan atrás. Conforme los mensajes se fueron sucediendo en el grupo, fui sintiendo una enorme curiosidad por volver a ver a quienes habían sido compañeros y compañeras de años de estudio ...

DICEN QUE LA DISTANCIA ES EL OLVIDO

Cuando el Presidente Obama telefoneó a Zapatero para informarlo de que España llevaba tiempo dando la nota en los mercados financieros internacionales y para comunicarle las medidas de reducción del gasto que debía adoptar, si no quería sacar a nuestro país del euro y hundirlo en el fango de la ruina económica, yo ya me temí lo peor. Pensé en que seguramente se acordaría de los funcionarios, “que ganamos mucho y trabajamos poco”, pero eso no me importó demasiado porque los funcionarios llevamos varios lustros perdiendo poder adquisitivo de manera escandalosa y ya estamos acostumbrados a que la Hacienda Pública asalte nuestra cartera con el descaro de quien sabe que nuestra nómina es fija y además transparente, con lo que desvalijarla con cierta periodicidad se ha convertido ya en toda una rutina. No se me pasó por la cabeza que el socialismo gobernante se atreviese con la exigua cartilla de los pobres pensionistas, porque estoy convencido de que quienes han dado una parte de su vida en...

VIOLENCIA Y PARASITISMO EN LA ESCUELA

Cuando, hace treinta y seis años, yo empecé a trabajar había niños que no asistían a clase. Estaban matriculados, los teníamos en lista pero teníamos asumido que jamás aparecerían por el aula. Sus padres no valoraban la ecuación, no apreciaban el estudio, ni la formación y no los mandaban al colegio. Entonces el no asistir a clase no tenía consecuencias y se quedaban por la calle, cometiendo pequeños delitos o apedreando perros. Luego se impuso la asistencia obligatoria al colegio y no les quedó otra que entrar en las aulas, si no querían ver a sus padres sancionados. Hoy este tipo de alumnado, (también sus padres), sigue sin tener el más mínimo interés por la educación y el estudio, pero acude a clase porque necesita un certificado de asistencia para acceder a cualquier subsidio, ayuda o subvención, que pagamos religiosamente los contribuyentes. Capítulo aparte merecería la actuación de algunos Trabajadores Sociales, que adjudican las ayudas públicas, sin exigir contrapartid...