
Tengo muy claro que la nuestra es una de las romerías más importantes de Andalucía. Para poder afirmar esto lo único que uno necesita es creérselo y yo me lo creo. Me lo creo firmemente porque estoy convencido de que para que una romería sea grande lo único que hace falta es una bonita advocación mariana (la de Guadalupe lo es) y gente muy devota de la misma. Eso lo tenemos en Úbeda y lo demás es accesorio, son postizos que pueden convertir, si no prima la mesura, una romería en una feria. Aquí no necesitamos rejas que saltar, ríos que atravesar, ni polvos por el camino, sólo una desmedida devoción por nuestra Virgen y de ésa sí que nos sobra. No la exteriorizamos porque una característica de los ubetenses, una característica que a veces se convierte en un problema, es que no sabemos vendernos, no sabemos vender nuestro producto, porque nuestro carácter está en el límite de lo andaluz y, tal vez por un mal entendido sentido del ridículo, preferimos interiorizarlo todo, vivirlo en lo oculto, en nuestra intimidad y hasta nos cuesta trabajo responder con naturalidad y pasión a los vivas a la Virgen.
Nuestra romería es íntima, sencilla y doméstica. En ella nadie sobra ni falta, porque asistimos quienes queremos y quien asiste una vez siempre vuelve. A mí me gusta ser respetuoso con quienes prefieren echar un día de campo, en la Cañada Real del Paso o en la Sierra de Cazorla, entre otras cosas porque no aportan nada a nuestra romería, a la que hay que ir con la única intención de pasar un día festivo, teniendo como centro de todo a la Reina del Gavellar.
Estoy harto de escuchar los discursos, derrotistas y lastimeros, de quienes se quejan del lugar donde se celebra o del número de personas que asiste. Incluso hay quien dice que, para una romería, un día es muy poco y sin embargo ponen el grito en el cielo cuando, como este año, queremos honrar a nuestra Madre durante todo un fin de semana, en Santa Eulalia. No sé si es que hay que protestar por todo o que somos muy acomodaticios.
A mí no me llegó la devoción por nuestra Chiquitilla por transmisión familiar y en ocasiones pienso que eso tiene sus ventajas. Parece que la familia, además de contagiar un inmenso amor por nuestra Madre de Guadalupe, incluye en el pack un cierto complejo de inferioridad con respecto a sus celebraciones. Yo jamás he tenido ningún tipo de complejo con respecto a nuestra romería y estoy convencido de que es una romería grande, evidentemente, para mí la más grande. Por eso este fin de semana pienso estar de fiesta, celebrando que nuestra patrona se viene ya a Úbeda para cubrirla de sosiego durante unos meses y alegrándome de que, paseando por la noche de la Úbeda renacentista, podré deslizarme hasta la iglesia de San Pablo para compartir con Ella muchos ratos de charla, de reflexión y de paz interior.
Ahora mismo, aquí, encima de mi mesa, ya tengo preparadas mi medalla y mi cámara fotográfica y estoy ansioso por cogerlas. No necesito más equipaje. Debo ir ligero porque la Virgen ya vuelve y tengo que traerla sobre mi hombro. Muchos otros devotos vendrán conmigo a compartir una romería grande y sin complejos. ¡Vámonos por la Virgen cantándole, bailando y sacando pecho! El mundo nunca ha sido de los tristes, de los pusilánimes, ni de quienes se quedan a mitad del camino.
Nuestra romería es íntima, sencilla y doméstica. En ella nadie sobra ni falta, porque asistimos quienes queremos y quien asiste una vez siempre vuelve. A mí me gusta ser respetuoso con quienes prefieren echar un día de campo, en la Cañada Real del Paso o en la Sierra de Cazorla, entre otras cosas porque no aportan nada a nuestra romería, a la que hay que ir con la única intención de pasar un día festivo, teniendo como centro de todo a la Reina del Gavellar.
Estoy harto de escuchar los discursos, derrotistas y lastimeros, de quienes se quejan del lugar donde se celebra o del número de personas que asiste. Incluso hay quien dice que, para una romería, un día es muy poco y sin embargo ponen el grito en el cielo cuando, como este año, queremos honrar a nuestra Madre durante todo un fin de semana, en Santa Eulalia. No sé si es que hay que protestar por todo o que somos muy acomodaticios.
A mí no me llegó la devoción por nuestra Chiquitilla por transmisión familiar y en ocasiones pienso que eso tiene sus ventajas. Parece que la familia, además de contagiar un inmenso amor por nuestra Madre de Guadalupe, incluye en el pack un cierto complejo de inferioridad con respecto a sus celebraciones. Yo jamás he tenido ningún tipo de complejo con respecto a nuestra romería y estoy convencido de que es una romería grande, evidentemente, para mí la más grande. Por eso este fin de semana pienso estar de fiesta, celebrando que nuestra patrona se viene ya a Úbeda para cubrirla de sosiego durante unos meses y alegrándome de que, paseando por la noche de la Úbeda renacentista, podré deslizarme hasta la iglesia de San Pablo para compartir con Ella muchos ratos de charla, de reflexión y de paz interior.
Ahora mismo, aquí, encima de mi mesa, ya tengo preparadas mi medalla y mi cámara fotográfica y estoy ansioso por cogerlas. No necesito más equipaje. Debo ir ligero porque la Virgen ya vuelve y tengo que traerla sobre mi hombro. Muchos otros devotos vendrán conmigo a compartir una romería grande y sin complejos. ¡Vámonos por la Virgen cantándole, bailando y sacando pecho! El mundo nunca ha sido de los tristes, de los pusilánimes, ni de quienes se quedan a mitad del camino.
Comentarios
¿Me aceptas como compañero en esa romería tuya y también mía?
¡Mañana nos veremos en la Misa de romeros en el Gavellar!
Un abrazo.
Fernando.-
Te dejo el hiperenlace desde el que te lo puedes bajar.
http://www.divshare.com/i/11171939-49c
Un abrazo.